- Salvador J. Tamayo
- Blog, Música
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“Lo más grande que he hecho por amor,
ha sido tomarme un tinto en vez de un gintonic”
Silvio
No es un músico más que sufre los excesos de la fama, su obra musical se desarrolló entre las provincias de Sevilla, Cádiz, Huelva y parte del sur de Portugal. Silvio, uno de los muchos antihéroes que puebla el sur de la península y que fue capaz de explotar su propio imaginario con descaro y desvergüenza envidiable. No era un perdedor, aunque terminase sus días viviendo en casa de su madre, tomando sus últimas copas de coñac en el Bar del Chino –tenía una relación muy especial con la china que llevaba el bar- y muriese a los cincuenta y seis años, hinchado por el alcohol y las ganas. Silvio vivió como quiso y sintió que debió hacerlo así. Su historia no es otra de tantas sobre la típica -nada en Silvio era típico- estrella de rock decadente que tras una vida de excesos, se topa con el golpe barroco de la muerte. La muerte, esa línea que iguala a reyes, artistas, obreros y cómicos; que reduce a los hombres a una masa ingesta, sobre la que los gusanos terminan alimentándose. Silvio se comió todos esos gusanos en vida: primero tocando la batería, luego cantando con acento italiano y por último ahogándolos en ginebra. Su barroquismo estaba en el swing que acompaña a la música de Semana Santa, Elvis y James Dean; en protagonizar un corto de Alberto García Alíx mientras bebía una y otra copa, con un parche en el ojo, interpretándose a sí mismo y golpeaba la mesa a ritmo de saeta. (No hables más de mí, 1984 )«Íbamos a grabar toda la semana en Madrid. Empezábamos un lunes y nos fuimos el domingo para tomar contacto con el estudio. Silvio vio una botella de alcohol para limpiar los magnetófonos y le dio dos tragos. Empezó a hincharse y se puso malo. Tuvimos que llevarle al hospital. Salió a los dos días o así y se quedó en el hotel descansando. De vez en cuando le llamaba alguno: ¿Silvio cómo andas? Bien, bien, mejor ya. Decía. Bueno, el viernes vino y grabó la voz de todas las canciones en un día. Estupendas, como él mismo. Estaban ya todos los instrumentos grabados, sólo quedaba él. Volvemos a su hotel y no nos dejaban irnos. Había dejado una cuenta de ciento veinte mil pesetas, de aquellas ¿eh? Era 1980. Nos daban de dietas al día dos mil pesetas. Pues él llamaba al botones y le daba las dos mil pesetas de propinas, para él, y pedía al servicio de habitaciones todo lo que se le iba antojando. Nosotros pensábamos que estaba descansando y lo que tenía era una fiesta continua de cuatro días con sus amigos de Madrid. Un hotel de cinco estrellas, imagínate».
Sus canciones eran únicas, con base de Rock & Roll. Creó el Rock andaluz antes incluso de Triana, Medina Azahara o CAI. Él les «regaló» la idea. Silvio decía que cantaba «desde el subconsciente, al subconsciente», desde sus comienzos comenzó a incluir versos en otros idiomas como inglés, francés o italiano, siendo este último su favorito para dejar fluir sus palabras entre una nube de ducados negro y rock: La ragazza del elevatore, La pura concepción o Come on Baby.
No fueron pocas las veces en las que mientras cantaba, cuando no se arrancaba por La Zarzamora, alzaba el pie de micro y desfilaba de la misma forma en la que lo hacía un romano de la procesión de La Macarena, con el «SPQR» por las calles de Sevilla, entre el olor a incienso y cera fundida. Silvio fue el único capaz del fusionar Rock & Roll y música sacra. El tema Rezaré, es una versión de Preghero de Adriano Celentano, a su vez versión de Stand by me de Sam Cook, con un riff de guitarra eléctrica que emula a una corneta en el máximo apogeo de la catarsis, en una esquina cualquiera de la madrugá sevillana, con comentarios en mitad de la canción: «¡Viva España! ¡Viva Roma! ¡Viva la Benemérita!» Y gritos de los que se le oyen al capataz que dirige los pasos que portan a las imágenes santas en primavera: ¡Izquierda atrás! ¡Vámonos!
«Rezaré ante vos, porque al verbo diste encarnación. Yo pronunció tu dulce nombre. (…) Yo ti amo, ti amo tanto, Esperanza del Amor, Macarena de Triana, eres tú. Yo ti amo, ti amo tanto, madre de lo universal. Sevillano, siento tanto, amor por ti, amor per te».
«Fuimos a tocar a u pueblo y le pidió un adelanto al que organizaba aquello de treinta mil pesetas, y se fue. Era la feria del pueblo. No vino a la prueba de ensayo, ni nada. Pregunté por él: ¿Y Silvio?, Ha pedido treinta mil pesetas y se ha ido. Yo ya me temí lo peor. Empezamos a buscarlo, lo vemos: ¡Silvio, Silvio! ¿Dónde estabas? Tú tranquilo, tranquilo. ¿Y las treinta mil pesetas? Ya lo verás tú tranquilo. Toda la feria saludándolo invitándolo, queriendo que cenara con ellos ¿Qué has hecho Silvio? Nada, nada, ya lo verás. Se había gastado las treinta mil pesetas en fichas para los coches locos y las había repartido entre los niños del pueblo. Todos lo padres de los críos querían estar con él. Sólo él podía hacer cosas así».
«Silvio se casó con una niña rica inglesa. En su familia había aristócratas, lores y todo y su suegra era amiga de la Reina Madre. Se compró una casa en Marbella y su suegro le pasaba al mes trescientas mil pesetas. Su único trabajo era ir al banco a recogerlas. En el franquismo las mujeres no podían sacar dinero del banco sin la firma del esposo. Un mes, se fue con un colega a por el dinero y no volvió a casa. Se fue al aeropuerto de Marbella y compró un billete para el primer vuelo que saliera. Estuvo tres días con el amigo volando por toda Europa sin salir de los aeropuertos bebiendo en cada bar de terminal hasta que se les terminó el dinero. Aquello fue demasiado para su esposa y le abandonó. No tenía ni treinta años».
«Su suegro no le dejaba ver a la mujer ni a su hijo, y el quería ir a Inglaterra. Con un amigo, dijo: mira vamos a ver a los Rolling que coincide en estas fechas y así los veo a ellos. Los pararon en el control y les pidieron el pasaporte, que dónde iban, que iban a ver a los Rolling y Silvio a ver a su mujer y a su hijo. La policía llamó al suegro, habló con él, su amigo, y el suegro le gritaba: ¡Ni en pintura! ¡No quiero verlo ni en pintura¡ Silvio enloqueció, empezó a escupir a la policía a tirar todo lo que llegaba a sus manos. Un drama».
«Me jubilé pronto.
¿Tanto dinero te dio Smash (su primer grupo)?
No… Me lo dio mi suegro»
Con un póster de James Dean junto a otro de Juan Pablo II, con un tambor de juguete –comprado el Jueves Santo- como primer instrumento; y canciones rebosantes de «sentiminento» y sensaciones –«directas al subconsciente», según él mismo- que evocan otros tiempos, mejores quizás, hasta un Solemne Quinario de besamanos a Silvio, hicieron como homenaje en Madrid, en La Boca del Lobo donde una bodega subterránea de Constantina se convirtió en la Cavern Club de The Beatles. Sevillano, rockero, del Sevilla F.C. y semanasantero, como Dios manda.
Lejos de mitificar lo que hace más de una década dejó de ser mito para convertirse en leyenda, puedo afirmar que Silvio fue el último ejemplo de anarquista vitalista que no sólo vivió como quiso, sino que logró el equilibrio entre su propio aislamiento personal y toda la leyenda que le rodeaba, y que incluso llegó a ser más grande que él mismo.
«La ragazza del elevatore, es la prima aureole de la mia resaca.
La sua mama, no me escolta, perchè la ragazza è più bambina per un tipo come io».
Fuentes:
Díaz Pérez, E. (2011, 2 de octubre). Farsa y licencia del último bohemio. El Mundo
Bech, F. (Director). (2011). Silvio, a la diestra del cielo. [Documental] Canal Sur RTVA