Entrevista: Eugenio Merino

Hace más de diez años entrevisté al artista Eugenio Merino para el segundo número de la revista GRUNDmagazine. Por aquel entonces se generó una polémica en torno a alguna de las obras que expuso en la feria de arte contemporáneo ARCO, en las que mostraba unas esculturas hiperrealista del dictador fascista Francisco Franco dentro de una nevera de Coca Cola y representado como un punching ball. La Fundación Franco tras varios amagos finalmente lo demandó en un par de ocasiones alegando que sus obras fomentaban la división y el odio. Los tribunales desestimaron todas las demandas de la Fundación al entender que no tenían la legitimidad de defender el honor del dictador.

A mí no se me olvida que el director de ARCO de la época, Carlos Urroz, pidió disculpas públicas a la Fundación Franco y censuró la participación de Eugenio Merino en la siguiente edición, como tampoco se me olvida cómo la derecha mediática y el Partido Popular se rasgaron las vestiduras ante el mal gusto del artista y decían su tan socorrida máxima: “Dejen a los muertos en paz”.

En este tiempo Eugenio Merino ha seguido creando, provocando y haciendo de sus obras herramientas críticas para reflexionar sobre la forma en la que se han normalizado cosas terribles de nuestra historia reciente por las que cualquier sociedad debería sentir vergüenza, como los desaparecidos por el franquismo, la permanencia de una monarquía corrupta y cleptómana y la exaltación por parte de instituciones públicas de un cuerpo militar como la Legión, que fue el brazo represor de un sistema colonial por parte de la nación española en África que fue injusto y asesino.

La Fundación Francisco Franco no ha querido hacer declaraciones al momento de recuperar esta entrevista como tampoco quisieron hacerlas a GRUNDmagazine cuando se realizó en 2012.

En la presente edición de 2023 de ARCO, se ha hecho viral una escultura del cadáver a escala 1:1 de Pablo Picasso y una máscara mortuoria de Federico García Lorca. De Lorca sólo nos queda su rostro y sus textos. Su cuerpo sigue perdido en algún lugar de Granada donde los fascistas que le asesinaron le arrojaron después de fusilarle con la bendición de Queipo de Llano que desde Sevilla por la radio repetía que “había que darle café, mucho café a Lorca”. Hoy los herederos políticos de Franco están sentados en el Congreso de los Diputados repartidos entre VOX y el Partido Popular.

De la escultura de Picasso, en el 50 aniversario de su muerte, vemos «un cliché turístico para vender merchandising y generar desplazamiento de turismo» (Miguel Ángel Sánchez, propietario de la galería ADN), así como todo lo que conlleva que no es sino la gentrificación y la muerte de la vida cotidiana de la ciudad de Málaga que deja pocas opciones económicas fuera de la vorágine que supone la ciudad parque de atracciones.

He querido recuperar esta entrevista porque ha sobrevivido muy bien al paso del tiempo y a la cuestión del arte como elemento político más allá de la polémica puntual que surgió en 2012.

ENTREVISTA A EUGENIO MERINO
Salvador J. Tamayo

GRUNDmagazine n2 
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GRUNDmagazine: La obra Always Franco, ¿es una alegoría de la España de las últimas décadas? ¿Franco está presente, congelado?

Eugenio Merino: Esa es un poco la idea, quiero expresar una situación en la que está España, en la que Franco está mucho más presente de lo que pensamos. Creo que la respuesta de la pieza en ARCO lo que hace es confirmarlo; el hecho de que exista una Fundación Franco ya nos está diciendo que la obra en principio, podía ser un pequeño chiste, un pequeño juego con las ideas de la Guerra Civil y de Franco, se convierte en algo que va mucho más allá: la pregunta no sería por qué está Franco en la nevera, sino por qué existe una Fundación subvencionada por el Estado que se dedica a demandar a artistas que lo único que hacen es hablar de alguna manera sobre lo que ocurre en España.

G: ¿No crees que el espíritu de la Transición con respecto al “todos jugamos y en las últimas décadas no ha pasado nada” se cae por sí sólo, y que ha quedado demostrado una vez más, con la reacción de la derecha a esta escultura?

E: Sí, lo que viene a decir es que hay algo que no se ha cerrado correctamente. Es un tema en el que los artistas deberían ahondar mucho más, es algo que está ahí y no acaba de solucionarse y que no creo que se solucione. Tenemos los activistas de la Memoria Histórica, el juicio a Garzón… El hecho mismo de que uno intente plantear algo y que haya una Fundación que te demande y que no exista nadie que demande a esa Fundación, que nadie ponga el grito en el cielo, a mí me da mucho que pensar. De hecho te diría que si a lo mejor el próximo año no estoy en ARCO, tendría que ver con esto: han montado un pollo y a la gente que está gobernando en este momento, y en Madrid desde hace mucho, les molesta mi obra.

G: Cuando la Fundación Francisco Franco vio lo que habías hecho, anunció que iba a emprender contra ti medidas legales ¿Lo hicieron finalmente?¿En qué quedó aquello?

E: No. Quedó en un gesto patético, hicieron una maniobra de autopromoción y no sólo me parece patético sino muy arriesgado por su parte el hecho de salir a la luz de esta manera. No sólo, representamos lo peor de España sino que encima intentamos cortar la libertad de expresión a aquellos que queremos plantear algo.

G: Pero, ¿en serio no te han demandado, con todo lo que montaron?

E: Pues no, vinieron, hicieron fotos con su notario, hablaron con la prensa y no me han demandado. Tampoco había por dónde coger a esa demanda, ellos se amparaban en que mi obra no era arte. El planteamiento de su debate era algo más artístico que el simple hecho de que yo me estaba metiendo con Franco, que también estaba en la demanda que querían poner. Su actitud iba un poco más allá: Querían educarnos en aquello que realmente debería ser el arte. Y al final, ¿Qué va a pasar? si este tipo de gente entra en las ferias con este tipo de cuestiones puede que los directores de las ferias se planteen que meten dentro para no molestar, en este caso a la Fundación Franco, que también tiene cojones.

G: El problema no está en que tú como artista, incomodes a algunos realizando una obra basada en un concepto determinado con un punto de acidez y de humor negro. El problema viene cuando en un país democrático existe una fundación que se llama Francisco Franco. No recuerdo haber visto ninguna fundación en Alemania que se llame Adolfo Hitler.

E: Claro, el sentido común nos dice que no puede existir, no es cuestión de que exista una ley ni nada, simplemente que no puede existir del mismo modo que no existe en Alemania.

G: ¿Qué piensas del artista que usa su obra para hacer algún tipo de denuncia o de reivindicación política? ¿Crees que los años de “bonanza” han hecho que los artistas se apoltronen en este aspecto, que se ha vuelto a un tipo de arte más preciosista en el que cualquier tipo de agresión más allá de la de contenido sexual, se convertía en tabú?

E: Los artistas están acomodados desde hace mucho tiempo, de hecho cuando uno va a una feria, que tampoco debería ser la referencia de todo el arte que se hace, hay una línea normal vía galerías y luego una serie de artistas más “underground” que apenas venden y que se dedican a plantear ideas, dudas y un arte más activista. El arte que se ofrece en las ferias no deja de ser un producto bien acabado, bien terminado, para que el comprador, el coleccionista, se lo lleve. Algunas veces es un producto de calidad, conceptual, otras veces no. Se realiza un tipo de trabajo determinado para un tipo de coleccionista que quiere obras que no molesten. Si viene un banco, el director de un banco y quiere una pieza para ponerla en su despacho, quiere algo que no moleste. De alguna manera es lo que se fomenta o lo que se está empezando a fomentar. Algo que en nuestra situación actual no tiene sentido, ni siquiera estético.

G: ¿Entonces, crees que el arte tiene que ser un vehículo, un arma política?

E: Bueno, más allá de que si tiene que ser un arma política o no, tiene que ser un sitio donde se reflexione sobre algo. A nivel estético está todo visto, creo que es interesante hacer un trabajo que no sea cómodo, no que uno cuelgue en un sitio y que se olvide. Cuando compras arte no estás comprando una cosa que se cuelga, que se pone ahí y dices: ay que bonita. Es como un libro, te compras un libro por lo que hay dentro, por lo que te está contando. No hay que pensar que el arte es bonito, es bello y te llega al corazón, eso es una chorrada.

G: Muchas de tus obras son una crítica directa con una ironía bastante acertada sobre el modelo de vida occidental: Homer Simpson, Calavera con balón de fútbol y pastillas…

E: Sí, en ese sentido tengo en cuenta los medios de información, soy consciente de lo que me llega. Consumo mucha televisión, cine, libros… eso es lo que me llega, es mi cotidianidad. En un momento pensé que usar a Homer Simpson es igual que usar a George Bush, son iconos. Mi trabajo dio un giro más político cuando vi el concepto, ya no era un personaje de ficción sino un personaje real, pero tratado como la caricatura. Las piezas se convierten en algo más potente y más incómodo. No son piezas que te digan únicamente: “qué bien me siento”, son piezas que muestran la lucha que tiene que tener el coleccionista con su obra, o el que la mira. Digo coleccionista porque es el que compra, pero el trabajo no está hecho para ser comprado, esa es la esencia, yo creo.

G: Has comentado que el mercado no quiere obras que molesten: ¿Cómo recibe obras como “Always Franco” o “Punching Franco”?

E: A ver, a nivel de coleccionismo hay dos perfiles: El coleccionista real que busca el concepto de la obra más allá del puro objeto y luego el mercado puro y duro, que tienen veinte mil asesores, bancos, empresas que compran obras para blanquear dinero… o yo qué sé para qué cojones compran. Eso hace que se cree una burbuja sobre un tipo de obra que cuando deja de comprarse desaparece o debiera desaparecer.

Me preguntabas cómo reciben obras como Always o Punching Franco, depende. A nivel de venta puedo tener quince o veinte coleccionistas, son muy especiales, mi mercado lo recibe muy bien, pero hay otro que no sólo lo recibe mal pero que no lo quiere ni ver. El mercado potencial de ARCO probablemente no quiere ver mi trabajo. Para ellos no tiene un significado, o sí lo tiene, pero no tiene un sentido para ellos; o lo tiene y no lo quieren ver. No me preocupa mucho que aquí se me compre o no, se me quiera o no; no me va especialmente mal fuera de España y la suerte que tenemos es que el mercado es todo y traspasa fronteras.

G: Siguiendo con la serie “Punching”, has dedicado punch a Sarkozy y a Bush, ahora a Franco, qué crees que tienen en común, a parte de la conveniencia para el mundo, que sean golpeados.

E: Son personajes que se van convirtiendo en detestables. El caso de Franco es detestable, es un icono nuestro y aquí tiene mucha importancia; es una especie de desahogo, de catarsis, de intentar solucionar algo que por sí mismo no se va a solucionar. Es una terapia, si pudiéramos tener un punching ball por cada político que tenemos cercano, uno por lo menos se puede desahogar en un ambiente donde realmente no podemos hacer nada. Ellos son los políticos y nuestra labor ahí se ha acabado, ellos hacen lo que quieran y no podemos hacer nada. Tienen en común que desempeñan una labor política y casi todos son detestables.

G: ¿Veremos próximamente un punching con Ángela Merkel o algo parecido?

E: Pues no lo sé, pero sí irán apareciendo. Quiero hacer uno de Obama porque representa el hecho de que parece que va a pasar algo, pero no va a pasar nada e incluso es peor, porque genera unas esperanzas… son piezas que voy haciendo junto a otras muchas, y quizás la idea ya la he hecho y no me interesa tanto, pero bueno, creo que cada personaje se merece su pequeño punching.

G: Jaime Alonso, vicepresidente de la Fundación Francisco Franco, ha calificado a tu escultura sobre Franco como “una ofensa que ninguna civilización moderna puede tolerar” y que “genera odio”. No toda tu obra se basa en una crítica social o política sino que también se la dedicas al propio mundillo del arte. Es lo que vemos en “Pretty Murakami”. ¿Por qué poner al japonés como una puta? Yo me hago una idea pero quiero que tú me lo cuentes.

E: Bueno, en realidad comienza con mi obra sobre el suicidio de Damien Hirts. A mí me parece un artista impresionante, pero en un momento dado, él mismo decide que su fin es hacer dinero, y eso lo sabe por la subasta que hizo él mismo en Sothebys –saltándose a los galeristas– y comienza a trabajar en cadena y haciendo cuadros que no tienen el concepto que tenían antes, de la vida, de la muerte y del proceso. Luego seguí directamente con Murakami, porque encontré una noticia en la que el tipo había usado uno de sus dibujos para convertirse en un bolso para Luois Vuiton, y me parecía de alguna manera pervertir la creatividad de un artista haciendo lo que no debía de hacer, convertirse en la imagen de una empresa, lo hacía de forma directa, me pareció muy puta; y es que el artista es muy puta en ese sentido, hay que hacer algo para otro y se pervierte esa libertad que tiene que ser el arte y que es completamente mentira, sobre todo si uno sabe cómo funciona el tema. Yo tengo la suerte de poder vivir siendo fiel a mi arte, pero hay otros que se venden al capitalismo puro y duro, produces una obra vacía, la repites hacia la saciedad y tienes veinte mil coleccionistas. Ese es un poco el tipo de trabajo que se ha fomentado, y hay mucha gente que trabaja así, de fábrica. Es parte del sistema, lo que es cómodo de ver, tiene mucho más futuro que lo que conceptualmente dice algo que incomode. Si dice algo, hay museos, becas y coleccionistas que no quieren eso, así que reducen tu potencial público y comprador de un cien por cien a un veinte por ciento, que son los que yo considero que son coleccionistas de verdad, pero bueno, eso es lo que hay.

G: Cuál crees que ha sido la evolución de tu obra.?¿Han cambiado los temas, la forma de producción?

E: Yo empecé siendo pintor y he pasado de un concepto más estético del arte, de cómo me enseñaron que tenía que ser el arte y de cómo tiene que ser para que dure en el tiempo y todas esas chorradas y he ido pasando a algo que a mí me interesa personalmente, me implico de otra forma, lo que yo digo es lo que quiero decir, no es algo que interpreta nadie, esa es mi idea y lo tengo claro. Esa es la evolución, hacia algo más conceptual aunque se nota que me sigue interesando el proceso, aunque mucha gente ha decidido desligarse de él y yo lo entiendo perfectamente, pero yo sí que mantengo una relación muy per- sonal con mi trabajo, pero siempre partiendo de un concepto o de algo que me haga estar seguro de que el tiempo que voy a invertir en el trabajo merece la pena, que no es una gilipollez o si lo es, por lo menos es una gilipollez con una posible ironía o con algo más.

G: Sé que los artistas sois muy celosos de desvelar las obras en las que estáis trabajando antes de terminarlas, pero ¿en qué andas metido ahora?

E: Pues ando muy liado con una exposición en Milán con unos soldados que van en cajas y otra en Miami y sobre todo pensando ideas que a nivel de producción sean posibles, a veces uno quiere hacer algo, pero no hay dinero para hacerlas, porque menos de tres mil euros materialmente no va a costar.

G: ¿Cuánto tardas en realizar una escultura?, por curiosidad.

E: Depende de muchas cosas, algunas dos meses, otras tres. Aunque no estés trabajando físicamente, le estás dando vueltas continuamente al concepto. Otras veces se ralentiza por factores externos: en el caso de la escultura de Franco había que hacerle una gorra a medida, un traje…

G: Muchas gracias por todo,Eugenio.

E: A ti, gracias.

 

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